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lunes, 7 de abril de 2008

POR MI CULPA, POR MI CULPA, POR MI GRAN CULPA

Por Ernesto Toledo Brückmann
Musulmanes desplazan a cristianos en el orbe

El desplazamiento de la religión cristiana frente al avance musulmán por el mundo parece estar oleado y sacramentado. Las últimas cifras aparecidas en la edición 2008 del Anuario Pontificio testimonian que el número de musulmanes en el mundo es de 19,2% y supera al de católicos, con un 17,4%.

La mea culpa no tardó en llegar desde El Vaticano, que reconoce luego de un sesudo estudio, la existencia en el orbe de más islámicos que católicos. La Iglesia Católica pierde así el primer lugar en cuanto feligresía, privilegio que venía ocupando desde que el cristianismo se convirtió en la primera religión de la humanidad.

A finales de febrero, La Santa Sede afirmó que el número de católicos en el mundo se incrementó en un 1,4% desde 2005 hasta 2006, pasando de 1.115 millones a 1.131 millones de personas, con motivo de la presentación de la edición 2008 del anuario pontificio al Papa Benedicto XVI. Pero estas cifras son relativas y hasta vistas por algunos como artificiales, al no corresponder a la realidad de la creencia, ni de la práctica religiosa de las personas. Mucha gente está contabilizada como "católica" por el simple hecho de haber sido bautizados; la mayoría recibe el sacramento sin su pleno consentimiento al ser menor de edad. Esto puede ser corroborado pues el porcentaje de confirmados no es igual y ni siquiera se aproxima al de los bautizados.

En varios países como España, exportador del cristianismo a los países de la región, el bautizo fue durante los años de la dictadura de Francisco Franco (1939- 1975) una obligación casi ineludible. De este modo, tanto en Europa como en Latinoamérica, el porcentaje de bautizados que nunca profesaron la fe católica o la han abandonado por seguir el camino de la no creencia o de otras formas de cristianismo es bastante elevado.

Pero el cristianismo aún mantiene la hegemonía en el orbe si se contabiliza el número de cristianos de distintos credos como ortodoxos, anglicanos y protestantes, entre otros. Hablamos de un 33% de la población mundial. Eso también ocurre con las sectas al interior de los musulmanes, aunque en menor grado. Tampoco se puede ocultar el hecho de que los musulmanes, sin necesidad de un magisterio que condene los métodos anticonceptivos, tienen una natalidad más elevada. Y dado que son poco inclinados a occidentalizarse, es de suponer que ese desfase entre natalidad musulmana y cristiana no sólo disminuya sino aumente.
En los últimos años se ha visto que muchas órdenes religiosas, otrora misioneras, hoy en la práctica son más ONGs asistenciales que evangelizadoras, permitiendo que la Iglesia Católica atraviese por la crisis de auténticos misioneros más grave de los últimos siglos; a ello le sumamos las todavía escasas pero existentes denuncias a sacerdotes por abuso sexual y la presencia política y económica del clero, permitiendo un libre mercado de la fe.

La solución para el cambio no pasa por salirse de la religión sino por el cambio al interior; los nuevos tiempos obligan al Vaticano, pero sobre todo a los feligreses, a construir al interior un modelo de Iglesia alternativo y liberador. La motivación para seguir luchando dentro de la Iglesia, no es el miedo o la necesidad, sino la responsabilidad pastoral de caminar con el pueblo pobre y excluido, para quienes muchas veces la Iglesia es su única esperanza. Sería muy fácil abandonar ahora la Iglesia, cuando el pueblo creyente más que nunca necesita de Teólogos de la liberación y Pastores comprometidos con la realidad de su región.

La historia del Cristianismo da fe de la confrontación entre movimientos de reforma y contra-reforma al interior de la Iglesia. El Concilio Vaticano II (1962-1965), interpretado desde las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992), constituye un auténtico movimiento de reforma en la Iglesia Católica; pero con Juan Pablo II (1978-2005) y ahora con mayor razón con Benedicto XVI, se está consolidando una clara tendencia de contra-reforma.

Esto se agudiza cuando el imperio más poderoso del mundo, Estados Unidos se identifica explícitamente a sí mismo como un "Imperio Cristiano", donde su actual presidente, George Bush, fue elegido y reelegido por una mayoría cristiana, tanto evangélica como católica. La guerra preventiva del occidente "cristiano" contra el Irak islámico y su amenaza constante contra todos los pueblos orientales no cristianos ayuda a desprestigiar aún más al cristianismo. No por nada, la mayor parte de naciones que conforman lo que Bush llama “el eje del mal” son musulmanes.

Como si fuera poco, la iglesia conservadora aún mantiene el eurocentrismo al señalar Juan Pablo II que Europa se convirtió en el gran centro de la evangelización del mundo y, a pesar de todas las crisis, no ha dejado de serlo hasta hoy. Para fortalecer ello, Benedicto XVI insiste en el carácter cristiano del viejo continente y para ello se opone a la entrada de Turquía a la Unión Europea; la razón va por no querer que los musulmanes invadan la Europa "cristiana".
Siempre se dice en forma triunfalista que la mayoría de los católicos en el mundo están en América Latina, específicamente el 48%, pero se ignora la situación trágica de pobreza y exclusión que se vive en nuestro continente "católico". Es evidente que la Iglesia en Europa, especialmente en Polonia, quedó marcada por la experiencia del nazismo y el comunismo, postulados que el Papa las califica como "las ideologías del mal", como la "fuerza del mal", como el "furor bestial" que amenazó de muerte a toda Europa. Sin embargo la iglesia no califica como "ideologías del mal" a la "Doctrina de la Seguridad Nacional", que inspiró a todas las dictaduras militares "católicas" en América Latina, igualmente la ideología "neo-liberal" actual, que oculta y justifica la pobreza y la exclusión de un 60% de nuestra población. No se toma conciencia y no se denuncia proféticamente que el actual sistema de libre mercado también es una "fuerza brutal" que destruye nuestro continente "católico".

Para Juan Pablo II, Benedicto XVI y la curia vaticana la Teología de la Liberación respondía a la expansión del marxismo en América Latina. Por eso se declaró pública y oficialmente la muerte del comunismo, del marxismo y de las posturas progresistas al interior de la iglesia
Aunque los viajes de Juan Pablo II por América Latina fueron una manifestación impresionante del poder religioso de la Iglesia, su efecto a mediano y a largo plazo no fue ni evangelizador ni liberador; la evangelización en América latina pasa por la defensa de la vida y por la construcción de una sociedad donde quepan todos y todas, en armonía con la naturaleza. Los verdaderos evangelizadores en América Latina son los miles de sacerdotes, religiosas y laicos anónimos que trabajan en el mundo de los pobres y que hoy Cipriani y el Opus Dei les da la espalda.

La Iglesia conservadora es autocrática y opresora, provocando al interior un espíritu de miedo generalizado: los laicos y laicas practicantes tienen miedo a los curas, los curas tienen miedo a los obispos, los obispos tiene miedo a la curia vaticana y ésta tiene miedo a la Teología de la Liberación. En lo moral, la Iglesia conservadora está mas preocupada por el aborto y el matrimonio de los homosexuales, que por los millones de seres humanos que mueren de hambre en el Tercer Mundo. A la Iglesia le preocupa la vida antes de nacer o la vida eterna después de la muerte, pero no la vida presente de la humanidad. La Iglesia no abre un espacio donde se discutan abiertamente los problemas éticos de la vida humana, como el aborto, las opciones sexuales, los métodos anticonceptivos y todos los problemas de la bioética. Muchos de estos temas no están resueltos, y no se resolverán nunca si la iglesia impone de modo autoritario una opinión única que no puede ser discutida.

Hasta este momento la shahada se viene imponiendo, La Meca le hace frente al Vaticano y aunque el Ramadán muy difícilmente se imponga en América latina, el Dios de los cristianos debe ser cada vez menos Dios y más hombre para comprender la vía crucis de los pueblos... ¡No se oye padre!

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